miércoles, 14 de diciembre de 2016

Insubordinación al Parlamento

Salir en defensa del Parlamento ahora mismo es un imperativo, un deber inexcusable de todos los canarios. Este medio lo entiende así. El esperpento al que hemos llegado en los últimos días en Canarias, dentro de la espiral de una demencial crisis política cuyos responsables tienen nombres y apellidos, aconseja, exige a todo medio de comunicación que no haya perdido la vergüenza pronunciarse pública y radicalmente en contra de la deriva que toma la democracia en nuestras islas, si no se remedia a tiempo. Ya venían asomando atisbos de intolerancia hacia la Autonomía. A tal punto ha llegado el conflicto institucional que alentaban cabildos, Gobierno y algunos partidos, tras una dinámica descontrolada de segmentación de las competencias autonómicas en los distintos reinos de taifas (en carreteras y en las políticas de empleo del fondo de desarrollo regional Fdcan, entre otros incidentes), que, por último, arribó, ayer, al seno de la propia Cámara el desafío a los acuerdos de la máxima institución de la Comunidad Autónoma: el Parlamento.
 La mediocridad y la osadía se dan la mano, y representantes que están para hacer cumplir la ley y dar ejemplo a los ciudadanos se dejan arrastrar por la corriente malcriada instalada en la vida pública, y cargan contra los acuerdos de los diputados, que ocupan el piso alto de la democracia.
“Pido respeto al Parlamento”
  La presidenta de la institución, Carolina Darias, e invoca “mesura y sentido institucional”. Todo un aldabonazo a la conciencia de todos los canarios, de todos los partidos y de todas las instituciones de nuestra comunidad. Aclaremos: es el Parlamento, no la chusma. Y quien entra en sus salones y toma la palabra deberá llevar aprendida la lección: “Deja aquí todas tus bajas pasiones y solo entra acompañado de tus buenas razones”, reza el frontispicio del Parlamento austríaco.
Nunca resultó más desleída y ninguneada la condición institucional del diputado regional en estas islas. Nunca su papel fue más cuestionado, debatido y, lo peor, rebatido en instancias de inferior rango institucional. Nunca en la política canaria se alcanzó mayor grado de incultura democrática, de ignorancia.