Para una mente racional parece incomprensible que Canarias, con su récord europeo de paro, dependiendo casi exclusivamente del sector turístico, con todos los demás sectores seriamente tocados, incluyendo el portuario, en manos de multinacionales cuyas decisiones se toman lejos del Archipiélago; con la violencia política con la que se topan legislatura tras legislatura unos golpeados ciudadanos que apartándose de ella no dejan de sentir sus graves consecuencias en sus carnes, es incomprensible, digo, que no exista un acuerdo sobre la conveniencia de intentar sacar el petróleo del área española en el caso de que esté allí, donde pensamos que está, cosa que no sabemos.
Y aunque tengamos como norma que los enfrentamientos entre políticos son la sal de esta tierra, y sobre sus traiciones y dislates hemos edificado esta autonomía, es posible que ese comportamiento haya pasado como una especie de excrecencia bananera, ubicada en el último cajón de un cerebro inexperto, pero que ahora, en un momento de alta desesperación social, y con muy limitadas salidas económicas, sobra y atenta seriamente contra los intereses generales.
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