martes, 5 de agosto de 2008

CAYUCO


La cámara de David Beltrán (10-07-1970) se ha convertido durante su dilatada carrera profesional en uno de los testigos más fehacientes de la realidad africana. pocos son los rincones del continente negro que le restan por visitar al director de fotografía del documental Cayuco.

LORENZO DORTA SANTA CRUZ DE TENERIFE -
Imagino que Cayuco figurará entre los trabajos que más satisfacción le ha proporcionado en su carrera profesional...- Sí, es verdad. Reconozco que Cayuco me ha llegado a la vena porque me ha permitido vivir una experiencia inolvidable en la que ves a la gente allí que no tiene nada y te lo da todo. Ha sido un trabajo duro porque el fin de nuestro trabajo era un poco para convencerlos de que no vinieran aquí.
- Háblenos un poco más de Cayuco. ¿Qué le sedujo de ese proyecto cuando se lo propusieron?- A mí siempre me seduce África. Luego, hay características en cada proyecto que te seducen unas más que otras. En este caso, me atrajo el hecho de conocer a unas gentes muy humanas y solidarias, a la vez que me conmovió ver a las madres llorando por la muerte de sus hijos..
- ¿Qué es lo que más le ha sorprendido, tanto en el aspecto positivo como en el negativo?- Gratamente, es fácil decirlo: su naturaleza, su inmensidad y la diferencia existente entre los africanos y su nobleza. Lo negativo es, si duda, la corrupción política e institucional. Ah, y los mosquitos. Son insoportables, pero de verdad.
- ¿Cuál es su opinión acerca del fenómeno migratorio y del drama al que llevamos asistiendo durante tantos años en estas latitudes?
- Para mí esto es muy claro. La gente nace en un lugar geográfico determinado donde no tienen nada y ven otras culturas que lo tienen todo, o al menos eso es lo que cree. Un ejemplo que describe perfectamente su ingenuidad y convicciones es el hecho de que consideren que el pressing catch que ven en la tele es real. Eso significa que la opulencia que observan en otras culturas las amplifican aún más. Y evidentemente ellos desean ir adonde ven tanto lujo y bienestar. Pero el gran problema de allí es la corrupción política. Al dirigente africano no le interesa dar de comer a su gente sino enriquecerse él. En cuanto al drama que se vive en el mar, ellos no se enteran de quién se deja la vida en el trayecto a Europa sino de aquél que ha conseguido un trabajo, que luego ha vuelto y se ha comprado una casita.