martes, 22 de abril de 2008

10.000

FRANCISCO POMARES Un reciente informe de SOS Racismo asegura que la Unión Europea reconoce que en los últimos cinco años han muerto 10.000 personas en las aguas que separan África de Canarias y Gibraltar, mientras intentaban alcanzar Europa, la tierra de la gran promesa. Según el documento, uno de cada tres cayucos o pateras utilizados por los inmigrantes habría sufrido alguna forma de naufragio, ahogándose en muchos casos parte del pasaje. El informe no identifica las fuentes oficiales europeas que cita, pero los datos -reiterados en declaraciones y comparecencias- parecen ser fiables: en cinco años han muerto ahogadas diez mil personas que intentaban llegar de África a Europa buscando una vida mejor.La práctica totalidad de esas muertes, tras las que hoy se parapetan políticos y gobiernos europeos para justificar su decisión de extremar los recortes y restricciones de una política de inmigración ya de por sí restrictiva, podrían haberse evitado sólo modificando el comportamiento de la policía de fronteras de los países receptores y estableciendo mecanismos ágiles para la obtención del visado de entrada y de trabajo. Cediendo a la presión de una opinión pública cada día más sensible ante la presión migratoria, Europa prefirió combatir el fenómeno migratorio que regularlo. Millones de euros invertidos en la contención de la marea humana, vía Frontex o con inversiones para reforzar la detención de los emigrantes ´in situ´, antes de embarcar, sólo han servido para hacer la aventura de emigrar cada vez más peligrosa. Ingentes recursos gastados en repatriación, en atención humanitaria, a los recién llegados, en centros de retención? que podrían haberse invertido en mecanismos para facilitar el control de la capacidad de los inmigrantes para encontrar trabajo y vivir de él, una vez llegados sin riesgo por puertos y aeropuertos.Pero es difícil aplicar políticas sensatas y realmente efectivas cuando los políticos se tiran la inmigración a la cabeza y la convierten en un problema para el continente, en vez de una oportunidad. Después de años de discursos y exageraciones, la crisis económica que planea sobre Europa comienza a reducir la presión migratoria. Cada vez son menos los que llegan, porque los africanos saben que ya no hay trabajo fácil. La reducción de las pateras y cayucos se presenta como consecuencia directa del éxito de la actuación de las policías en Marruecos o del efecto desincentivador que supone la presencia activa del Frontex. Puede que ambas cuestiones tengan alguna incidencia en el resultado final, pero el verdadero regulador de los movimientos migratorios es el mercado de trabajo. A menos posibilidad de encontrar empleo en Europa, habrá menos presión migratoria. Puestos a pasarlo mal, los africanos son como todo hijo de vecino, prefieren pasarlo mal con sus familias y en su ambiente que hacerlo amontonados a la espera de algo que hacer en viviendas insalubres de los barrios más deprimidos de Europa.