jueves, 13 de marzo de 2008

GANÓ LA ABSTENCIÓN

SARO DÍAZ En Canarias volvió a ganar la abstención en las urnas, lo cual significa que hay un altísimo número de personas a las que no les importa la política, que la consideran algo ajeno a ellos, que no la relacionan con el tipo de atención sanitaria que reciben, ni con la educación de sus hijos, ni con los impuestos que pagan. Creen que la política es cosa de cuatro enfermos de vanidad que no tienen otra cosa en la que trabajar distinta a gestionar un ayuntamiento o controlar la acción del Gobierno. El diputado regional del PSOE, Juan Carlos Alemán, ha mostrado su preocupación por la escasa participación en las elecciones Canarias y la achacó en parte "al bajo nivel cultural del Archipiélago". La abstención en las Islas se situó el domingo en el 32,4 por ciento, ocho puntos por encima de la media nacional. Y es un fenómeno que, puntos arriba o puntos abajo, se viene repitiendo con demasiada frecuencia, tanto que se ha convertido en una especie de rasgo social isleño: el de la indiferencia política. Es escalofriante que la mitad de la gente de la ciudad en la que vivo, Santa Cruz de Tenerife, no se moleste en acudir a las urnas. Conozco a muchos, los tengo alrededor. Gente que fue a la Universidad porque tener una carrera es algo que viste mucho y a lo mejor hasta te proporciona una profesión en la pillar cargo, pero que el pasado domingo ignoraban quienes eran los candidatos. Gente a la que le da pena que se maltrate a los animales (¿pensarán que ese fenómeno no se arregla desde la política?). Gente muy graciosa que no quiere que su vida vaya más allá de una nómina segura y el mando de la tele. Gente que disfruta de un estado de bienestar que sin la política no sería posible. A los representantes políticos creo que hay que criticarlos cuando lo hacen mal, pero hoy quizá sea jornada para encomiar el valor de la acción política. Es cierto que resulta frustrante que siempre gobiernen los mismos en las Islas, pero eso sucede precisamente gracias a la escasa participación de la población en las elecciones. Con un electorado dispuesto a quitarles el poder a la mínima de cambio con la fuerza de sus votos, los políticos canarios lo harían mejor, permanecerían más en guardia. Una población capaz de gastarse una pasta en teléfono para que no echen a un analfabeto funcional de un concurso televisivo y que luego no acude a elegir a los políticos que tomarán las decisiones que le afectarán durante los próximos cuatro años se merece desde luego una sanidad con listas de espera y que sólo mima al enfermo cuando hay dinero de por medio. Una población más orgullosa de su Miss España que de sus instituciones democráticas, se merece que una y otra vez se hagan obras con dinero público que luego hay que levantar y volver a hacer porque no han sido bien planificadas. Vivo rodeada de abstencionistas, aunque a quienes elijo para que me hagan más llevaderos los días no lo sean. Están ahí, hombres y mujeres. Hombres que se apasionan al ver cómo 11 individuos se disputan una pelota con otros 11; mujeres que se bambolean en sus taconcitos, cuyo grosor y precio les interesa mucho más que contribuir a la elección de quien será el artífice de decisiones que las afectará de un modo u otro. Lo paradógico es que luego son los más vehementes cuando algo les va mal.