jueves, 3 de enero de 2008

«LAS SILENCIOSAS GUERRAS QUE SE LIBRAN EL SENO DEL AYUNTAMIENTO TIENEN QUE VER CON EL REPARTO DE LAS GRANDES OBRAS»

Manuel Mederos
Seis meses después de constituido el gobierno municipal de Jerónimo Saavedra en el Ayuntamiento más importante de Canarias se evidencian la falta de consistencia y el caos organizativo. Se ha desatado un navajeo cruento entre los propios miembros del grupo de Gobierno, más propio del final de la legislatura que del comienzo. Las causas de la descomposición son múltiples y variadas, entre ellas la escasa preparación del grupo, la frivolidad que impera en su forma de hacer política municipal, la lucha de poder de los distintos sectores inmobiliarios socialistas y la edad del alcalde, que reina en un reino equivocado. Para Jerónimo Saavedra la decisión de presentarse a las elecciones fue un capricho en el ocaso de su carrera. López Aguilar y una parte importante de los socialistas se opusieron a la operación, pero el ex ministro utilizó su prestigio y sus influencias para imponer su nombre. La candidatura de Saavedra fue el resultado de su improvisación. Elaboró una lista pensada para perder, llena de amigos, simpatizantes, de algún submarino del poder inmobiliario y del resto del naufragio de Díaz Tejera. La debilidad de la candidatura obligó a Saavedra a contratar a un ejército de técnicos y hacerse con un gabinete potente, creando recelos, envidias y coartadas para el desgaste. El equipo técnico, dirigido por un jefe de gabinete que se ha impuesto como el número dos de facto, actúa de forma horizontal en todas las áreas, y no, precisamente, para coordinar, sino para canalizar intereses de no se sabe muy bien qué procedencia. El poder, las injerencias del gabinete y la frivolidad que trasmite en la gestión, contribuyen a la inconsistencia de la autoridad del alcalde, que, más bien parece, estar gobernando el camarote de los Hermanos Marx que el Ayuntamiento de una ciudad de primera.
La incorporación de Nardy Barrios, una mujer que ha deslumbrado a Jerónimo Saavedra, se ha convertido en otro elemento de desestabilización de su propio grupo. Frente a los ganadores, la «perdedora» ha logrado situarse con mucho poder al ser el freno de cualquier disensión interna. Nardy Barrios ha generado todo tipo de envidias y recelos en el grupo y algunos se han conjurado contra su nombre después de que su concejalía de barrios saliera muy beneficiada en el reparto presupuestario. La dimisión de Carmelo Padrón es un elemento más del guirigay y tiene mucho que ver con el poder con mayúsculas que todos se disputan. Urbanismo es el talismán de los socialistas. Algunas de las más importantes y silenciosas guerras que en estos momentos están desatadas en el seno del Partido Socialista en Las Palmas, tienen que ver con el reparto de las grandes obras, con la distribución de las grandes inversiones, con el Plan General de Ordenación Urbana, con los proyectos de arquitectura y con los de ingeniería. Carmelo Padrón no es inocente en este terreno. Sostenía, hasta minutos después de ser nombrado, un importante gabinete privado cuya dedicación no es otra que sacar adelante algunos de los grandes y pequeños proyectos que se deciden en su despacho del Ayuntamiento. En esta guerra de intereses inmobiliarios, Padrón se constituyó en árbitro de los distintos sectores de su partido, y nunca fue ajeno a los suyos propios, a pesar de que siempre guardó las formas a la hora de abordarlos desde su nuevo cargo. Padrón sostenía uno de los más importantes despachos de ingeniería, arquitectura y derecho de Canarias, y sus clientes eran los más destacados empresarios de las islas, con muchos intereses en la ciudad más grande y más potente del Archipiélago. Es catedrático de Universidad y dirige un master de arquitectura en el que se analiza, precisamente, la ciudad del futuro que él ha propugnado y por donde pasan funcionarios, arquitectos y empresarios del sector. No hay que presuponer inocencia alguna a Padrón en este sentido. Durante los seis meses al frente de Urbanismo estuvo condicionado por sus exclientes, por la vigilancia a la que lo sometieron los grupos de intereses inmobiliarios del PSOE, el alcalde, su jefe de gabinete y la oposición. Pero es más, durante los tres primeros meses de su mandato, atrajo a su despacho municipal a todo tipo de inversores anunciando grandes proyectos para la ciudad. Cuando Padrón dice que no puede hacer la ciudad que soñó hay que interpretar que muchas de las expectativas que generó son hoy un fracaso. Como casi todas las áreas municipales en el Ayuntamiento de Saavedra, la de Padrón ha ido a su aire, como lo hará ahora quien espera sucederle al frente del más importante departamento municipal.