martes, 2 de octubre de 2007

MEJOR MUERTOS QUE VIVOS

FRANCISCO POMARES.
Algo más de 16.000 euros va a gastarse una Asociación financiada por la corona alauita para repatriar los cuerpos de los nueve marroquíes que murieron ahogados frente a las costas de Gran Canaria el pasado 7 de septiembre. Los cadáveres serán transportados en avión desde Gran Canaria a Madrid, desde Madrid a Casablanca, desde allí a Agadir y luego por carretera a Gulmin y Sidi Ifni, las regiones de donde los fallecidos eran originarios.Nadie puede censurar el esfuerzo humanitario que hace Marruecos por repatriar los cuerpos de sus súbditos. Una sociedad civilizada también debe ser juzgada por el respeto a sus muertos. Pero no deja de resultar triste y surrealista que esos nueve hombres ahora sin vida vayan en su viaje de retorno en unas condiciones mucho más ´humanas´ que las que se vieron forzados a usar para intentar llegar a Canarias cuando aún estaban vivos. La imagen de esos féretros de metal de aeropuerto en aeropuerto debería ser otra llamada de atención al absurdo que supone un sistema que -al haber ilegalizado las llegadas vía aeropuerto para los inmigrantes africanos-, les obliga a emprender un viaje cuyo destino, en muchas ocasiones, es la muerte.Un contrasentido: viajar a Canarias en patera resulta casi siempre para quienes lo hacen no sólo más arriesgado, también más caro, que comprar un billete de avión de ida y vuelta. La mayoría de las veces, el precio del trayecto es controlado por pequeños patrones que ´amortizan´ la patera o el cayuco en cada viaje. Sólo cuando quienes se lanzan al mar son un grupo local, próximo a la zona de partida, compran ellos la patera, y entonces el coste puede ser algo inferior. Pero no más reducido que un billete de avión desde un aeropuerto de África Occidental a Europa. ¿Por qué vienen entonces en pateras y cayucos? Pues porque no tienen otra posibilidad, porque si logran superar los complejísimos trámites para salir de sus países, saben que al llegar a los aeropuertos europeos se les va a devolver sobre la marcha. Por eso prefieren arriesgarse a morir. Y mueren a montones.Otro contrasentido: mantener la vigilancia costera, la atención a quienes llegan en pésimas condiciones y los sistemas de repatriación es muchísimo más costoso que establecer un sistema de seguimiento de apoyo a la integración laboral de los inmigrantes durante los primeros meses. Pero nadie en Europa se plantea que ése es el camino más lógico, más eficiente y rentable y más humano: los políticos se llenan la boca hablando del ´robo´ de trabajo de los foráneos a los locales. Y así, mientras se reconoce la necesidad de un millón de nuevos inmigrantes cada año, obligamos a un gran porcentaje de los que finalmente logran quedarse, a colocarse en el límite de sus fuerzas, a degradar sus economías, a entregarse al tráfico humano, a actuar en la clandestinidad y a jugarse el pellejo.