martes, 16 de octubre de 2007

LA OTRA ORILLA. ¿CÓMO TE LLAMAS?

"Lo único bueno de tu muerte es que no podrás escuchar las sandeces que sueltan los blancos incorruptos que nos gobiernan. Así se toman su oficio de miserables"
Juan Manuel Pardellas. Las Palmas de Gran Canaria
No me queda ni el consuelo de llorarte en una lápida con tu nombre. No sabré a quién dirigir mis oraciones esta noche, ni de pensar en ti, como sujeto único e irrepetible que eras, ni en tus padres, cuya pena es igual a la de tantos padres que pierden tantos hijos, aquí, allí, en todos lados. El destino es tan cruel que, a lo mejor, jamás sabrán que has muerto como un valiente, pocas horas después de pisar el paraíso, sin darte tiempo a comprobar que es una quimera, que sólo existe en la mente de quienes creen más a la tele que en los muchos que fracasan.
Hasta te maldecirán por haberlos olvidado y nadar en la abundancia, olvidándote de tu obligación con ellos y de la verdadera razón por la que te subiste al cayuco que, esta vez sí, pudo burlar la muerte. Necesito saber cómo te llamas. No eres el inmigrante número 1 que murió ayer, ni el cuerpo número 119 al que las estadísticas oficiales de este año se agarran, porque no hablan de tus compañeros ahogados o desaparecidos (mucho menos han preguntado si Mauritania te asalta en mitad del camino y te empuja un poco más al infierno). Necesito saber cómo te llamas, y tus padres, y tus amigos y necesito que me enseñes a no bajar la guardia. ¿Ya eras El Hadj porque habías ido a la Meca tú o tus familiares? ¿Eras de Gambia o recorriste miles de kilómetros hasta que, hace apenas 2 semanas te avisaron de que éste era el cayuco en el que embarcabas? ¿Hablabas inglés, como en el pequeño país engullido en Senegal, o eras francófono? ¿Tenías hijos o eras el primogénito cuyos ahorros invirtió toda la familia? ¿Pagaste en dinero, en dientes de oro, en gasolina? Lo único bueno de tu muerte es que no podrás escuchar las sandeces que sueltan los y las blancos incorruptos que nos gobiernan, que te perderás cómo te zarandean unos y otros y cómo utilizan tu cuerpo cada vez más pálido e inherte como misil contra la línea de flotación de su propia dignidad.
Así se toman su oficio de miserables. Ya sabes, les da igual tú, los otros 119 y los miles que no llegaron este año. Allá donde te encuentres, hermano negro, valiente humano: Inshalah.