domingo, 8 de julio de 2007

¿“CASA ÁFRICA” o “Casa DE África”?

Nayra Pérez Hernández

¿Por qué “Casa África” y no “Casa de África”? Las preposiciones: “esas palabras generalmente diminutas (de una o dos letras las más usadas: a, de, en)…”, como cariñosamente las llama Valentín García Yebra, pero a las que da y reclama un importantísimo papel a la hora de ordenar y estructurar las oraciones en nuestra lengua.

Ya en 1988, Valentín García Yebra, en su obra Claudicación en el uso de las preposiciones, decía: Es de Azorín la frase: "He observado que oradores y literatos claudican en el uso de las preposiciones". Esta claudicación, esta cojera del lenguaje, es ahora mucho más frecuente que cuando el fino estilista de Monovar la lamentaba.

Se ha dicho muchas veces, y con razón, que no es posible llegar al conocimiento profundo de una lengua mientras no se adquiera el dominio de su sistema preposicional. Se puede afirmar también que no es posible escribir bien una lengua sin manejar correctamente sus preposiciones. Aseguraba Pérez de Ayala que "en el empleo de las preposiciones está el quid del castellano". Y que no nos damos cuenta "de todo el rendimiento expresivo de una preposición en su sitio".

Por todo esto, no está mal recordar el uso y significado de la preoposición “de”, intentando averiguar por qué se obvia, se olvida, se quita… del nombre de la nueva institución nacional con sede en Canarias que es la “Casa África”, y que, dicen –mintiendo-, quiere ser puente de acercamiento, cooperación, solidaridad… con el continente vecino.

Ciertamente la preposición es muy utilizada, y su uso y las significaciones que adquiere son muy ricos: procedencia (soy de Telde), pertenencia (esta taza es de Pedro), dirección (salí del cine), materia (la silla es de madera), tema (hablamos de economía), modo (él va de realizador), tiempo (ya es de noche), contenido (este libro es de historia)…

Saquen ustedes las conclusiones. “Casa África” jamás podrá ser de los africanos, por lo que traiciona los objetivos por los que supuestamente nació. Y es que, a vueltas y revueltas con el lenguaje, jugando con las palabras como con cometas voladores que rendimos a cualquier viento… las llegamos a convertir en trapos sucios, y se hacen portadoras de la mentira.