miércoles, 6 de junio de 2007

REVALORIZACIÓN SOCIAL DE LA CORRUPCIÓN


A la vista de los resultados electorales - dice Manuel Marrero Morales- parece que han desgastado más a algunos partidos sus propias disensiones internas que las imputaciones judiciales. "La corrupción ha pasado a ser añade Marrero un valor añadido para muchos individuos que se presentan a los cargos públicos. De un político que no sea un chorizo parece que hay que empezar a dudar, porque es tonto. Esta sociedad está dando un salto cualitativo, que está comenzando a vaciar de contenido una de las esencias de la democracia: la del servicio público, la de la gestión transparente en beneficio de la mayoría".

La población está saliendo aún del aturdimiento producido por la campaña electoral y su posterior resaca. La contaminación acústica ha sido excesiva, el cruce de improperios y descalificaciones se ha generalizado, convirtiéndose para algunos en el motivo central de su propio discurso. Programas vacíos de contenidos, sustituídos por declaraciones altisonantes, difamaciones y puesta en tela de juicio de las personas, ya que las ideas han estado prácticamente ausentes del debate electoral.

Por todas partes, la imagen de cartón piedra de los candidatos, la frase del publicitario, que ha convertido a la política en un objeto de compra-venta, el intento denodado por convencernos de que hay que depositar una confianza ciega en sus personas, sin proponernos ideas, ni programas, ni alternativas para el cambio social. Sólo por ser ellos, que además ya se han convertido en unos profesionales de vivir de la cosa pública. Se han acostumbrado a vendernos humo, a comerciar con los elementos identitarios de una sociedad, a disparar con pólvora ajena, a dirigirse a todos nosotros cada cuatro años, en una ceremonia de la confusión, para luego gobernar sólo para unos cuantos, que son los que les financian las costosísimas campañas, porque a cambio están seguros de que recibirán muchas prebendas: recalificaciones de terrenos, concesiones de obras, permisos vergonzantes, facilidades múltiples, adjudicaciones millonarias, favorecimiento de sus negocios privados (en sanidad, por ejemplo) en detrimento del servicio público. La acaparación de medios de comunicación es uno de sus exponentes de poder. Así se silencia y se amordaza la libertad de expresión y se aminora, llegando incluso a ignorarse, toda contestación social. Esos mismos padrinos están fabricando en estas islas una especie de "cosa nostra" aliada estrechamente con algunos de los que se han presentado bajo el santo y seña de "hecho en Canarias" y "con confianza en el futuro", cuyos primeros exponentes de presuntas corrupciones habían comenzado a aparecer en los casos de Telde, Mogán, Eolo, Marina deportiva, Fórum Filatélico, Las Teresitas... con encarcelados, imputados, y pendientes de juicios por delitos varios contra los intereses públicos. Sin embargo, a la vista de los resultados electorales, parece que han desgastado más a algunos partidos sus propias disensiones internas que las imputaciones judiciales. La corrupción ha pasado a ser un valor añadido para muchos individuos que se presentan a los cargos públicos. De un político que no sea un chorizo parece que hay que empezar a dudar, porque es tonto. Esta sociedad está dando un salto cualitativo, que está comenzando a vaciar de contenido una de las esencias de la democracia: la del servicio público, la de la gestión transparente en beneficio de la mayoría. El reconocimiento a través del voto a algunos de los próceres imputados en diversas instituciones de estas islas ha venido a significar un espaldarazo a su manera de actuar, a una forma de gobernar en beneficio propio y de su círculo de influencia, en detrimento del conjunto de la ciudadanía. Nunca el "panem et circenses" había quedado tan patente en estos treinta años de democracia. Definitivamente, podemos afirmar -y los resultados electorales así lo confirman- que estamos asistiendo a la revalorización social de la corrupción. Por tanto, como sigo convencido de que importantes sectores de la sociedad o se han inhibido o han apoyado a los presuntos "perdedores"o han votado por prometidos cambios, y de que todos los descontentos juntos somos muchos, somos una inmensa mayoría, y que muchas veces hemos estado en las calles codo a codo, y lo vamos a seguir estando, y , además, vamos a seguir vigilando y denunciando los atropellos al paisaje y al paisanaje; por todos estos motivos, sigo esperanzado en que los corredores de fondo, al final, ganaremos esta partida. Como afirmaba el pedagogo brasileño Freire, sin esperanza no podemos ni siquiera empezar procesos transformadores, pero sin procesos la esperanza se corrompe y se convierte en "trágica desesperación", y desesperanza es lo mismo que quietud, inmovilismo, mantener el statu quo. El proceso requiere reflexión crítica acerca de los contextos concretos, de los momentos, de los desafíos y de las dificultades que deben superarse. No podemos desertar, hay que seguir, erre que erre, trabajando unidos por la transformación social. * Manuel Marrero Morales es profesor de Secundaria y miembro del Secretariado Nacional del STEC-IC